Valerio fue el primer voluntario. Siempre nos habíamos preguntado qué percibiríamos al tener nuestros ojo acceso al infrarrojo y al ultravioleta, y nuestros oídos a las frecuencias más allá de las que escuchamos normalmente. Al recuperarse de la operación, Valerio miró con curiosidad el cuarto de recuperación y pidió salir al jardín. Salimos a la benevolente y soleada mañana de primavera. Valerio miró alrededor. Sus ojos pasaron de la extrañeza al asombro y al pánico. Se tapó los oídos, como si un atronador estruendo lo atormentara. Dió los más espantosos alaridos. Antes de caer fulminado por un ataque al corazón, rió a carcajadas y exclamo: "¡Es una bendición lo que viven ustedes! ¡Todos los otros están aquí... TODOS! Y me están hablando..."