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Foto del escritorIñaki Campomanes

Relato: Operación Fénix. Informe final.


Día 1.

¿Está grabando este trasto? Sí. Parece que sí. Esta grabación la hago sobre todo por ti, Anya. Tú odiabas la tecnología. Decías que lo que no hace directamente la mano humana no tiene la esencia del ser humano. Y carece del espíritu que da vida a una obra.

Siempre fuiste una romántica. Y yo siempre te salía con alguna explicación técnica metafísica sobre el futuro de la humanidad. Solo que ese futuro no era tal. Creo que tengo que darte la razón. Al menos, en tu idea de cómo hemos usado esa tecnología.

Pero me estoy desviando. Debo centrarme. Por ti. Y por las generaciones futuras. Que cuentan con nosotros para crear un nuevo mundo mejor.

La noticia llegó de improviso a la estación Athena. En la Tierra el pánico fue total. El asteroide 2130/565, conocido simplemente como el Destructor, era demasiado grande como para poder ser desviado por cualquier medio. ¿Cómo se había escapado su trayectoria de los sistemas de seguimiento?

La respuesta era extremadamente sencilla: los recortes en el sistema de seguimiento de objetos celestes cercanos siempre había sido precario, pero en las últimas décadas incluso había bajado casi a cero. De todas formas, esa masa era demasiado grande como para poder desviarla.

Si al menos se hubiese invertido algo más en la nueva teoría de campos gravitatorios artificiales, quizás se podría haber conseguido algo. Ahora ya era demasiado tarde. No había dinero tampoco para ciencia básica. “Eso no sirve para nada” dijeron sus detractores. “Invertid en cosas prácticas” dijeron otros. El efecto era que no teníamos nada con qué protegernos. Los negacionistas de la investigación pura habían ganado. Y esta vez, de forma definitiva.

Confieso que nunca podría haber imaginado una conmoción tan grande, incluso pudiendo prever que así sería. En la Tierra el caos fue absoluto. La locura religiosa se desató llamando al Apocalipsis, pero el único ángel que se acercaba no tocaba una trompeta; tenía varios millones de toneladas de compuestos de hierro, níquel, y otros elementos pesados. Le bastaba con su presencia para crear un terror como nunca se había visto.

Aquí, en Marte, en la base Athena y en la base Apolo, tuvimos una primera reunión de emergencia. Los chinos vinieron también desde sus bases cercanas, y nosotros fuimos a sus bases para tratar de organizar una respuesta conjunta. Había que acelerar el envío de material primordial desde la Tierra, y de personal, y terminar las nuevas zonas habitables, que estaban en fase de construcción.

Varias naves se despacharon desde la Tierra, con personal y material, y con semillas para las plantaciones, y también material genético diverso, humano y de otras especies. Todo con el fin de llevar a cabo un plan, al que denominamos Fénix, por razones obvias.

Día 2.

El asteroide se acercó a la Tierra, y era visible con el ojo desnudo. Tras el caos, de pronto toda la humanidad contuvo el aliento. Llamé a Anya a través de una conexión directa con el satélite. Ella recibió el mensaje, e hizo lo que le pedí: que me transmitiera un mensaje con lo que viese. Así estaríamos un poco más cerca. Ella se sentiría algo mejor al estar hablándome. No era mucho. Pero era lo que podíamos conseguir. Yo no podría contestar. La comunicación simultánea es imposible, debido a la distancia. Pero yo sabría de ella, y de nuestra hija, hasta el final. Hasta el último momento.

Anya me contó cómo vio al asteroide acercándose, y cómo se iba haciendo inmenso en el cielo. Tenía a la niña en brazos, y nuestra perrita ladraba insistentemente. Me contó que la niña dormía plácidamente en sus brazos. Luego me contó cómo vio que el asteroide llenaba el cielo. Me dijo que esperaba ver el inmenso muro del manto terrestre surgir de la superficie en una ola de cincuenta kilómetros, para sentir cómo la devoraba. No me dio tiempo a explicarle que esa era la idea que se tenía normalmente y que muchos medios habían comunicado, pero que no era así; el impacto del asteroide con la atmósfera provocaría una inmensa columna atmosférica, con una impresionante presión, que barrería todo cuanto encontrase a su paso, antes incluso de que llegase el muro del manto terrestre a miles de grados.

Sería una muerte muy rápida, e indolora. El impacto sería atroz, brutal, y descompondría su cuerpo, el de mi hija, y el de mi querida perrita Lana, a tal velocidad, que no tendrían tiempo ni de notarlo. Ese era mi único consuelo, y también el de ella. Y el de millones de seres humanos.

Dejé de recibir sus palabras. Se hizo el silencio. La Tierra quedó devastada. Y nosotros, en Marte, éramos la única prueba de que una vez hubo vida humana en aquel planeta, que una vez fue azul. Incluso se borraron las pruebas de que una vez hubo vida. El silencio, y el fuego, eran lo único que se podía contemplar desde el espacio.

Día 43.

Las últimas naves han llegado. Con el personal asignado, y con las familias que ganaron el sorteo para viajar hasta aquí. Los equipos de adaptación están trabajando a todos los niveles, físico, psíquico, y moral, con el personal recién llegado. Pero ellos mismos se arrastran ante la situación. Y no les culpo. Al contrario; están haciendo una magnífica labor.

Día 72.

Ha habido ataques de histeria colectiva, y algunas situaciones violentas por parte de personal todavía no adaptado a la situación. Algunos simplemente no pueden soportarlo, y ceden. No puedo decir que no les comprenda, pero no podemos tolerar que los ánimos se alteren todavía más. Los más violentos han sido colocados en celdas aisladas, o llevados a las naves en órbita, con personal sanitario y psicólogos gestionando esa frustración y sus miedos, sin olvidar el dolor que sienten, que es el que sentimos todos.

Pero, en general, las familias se están adaptando bien. A pesar de las estrecheces, de la escasez de alimentos y medios, y de los pocos recursos, nos vamos arreglando. Tenemos reuniones periódicas con los ingenieros planetarios, encargados de diseñar planes de urgencia para crear zonas nuevas de habitabilidad, que permitan nuevos espacios donde el personal pueda sentirse más cómodo. Una de las ingenieras ha propuesto crear una cúpula enorme que pueda incluso emular el aspecto de la Tierra, con un cielo azul artificial. La idea es muy buena. Estamos discutiendo si es bueno que se parezca a la Tierra, o si por el contrario es mejor ir habituando ya al personal al cielo de Marte.

Pero la cúpula se construirá. Allí llevaremos parejas de aves y otros animales, y crearemos un pequeño ecosistema, ampliando las granjas hidropónicas, y creando un entorno cada vez mayor, donde podamos plantar árboles. Los primeros experimentos adaptativos están siendo prometedores. Aún quedan siglos para ver bosques abiertos en Marte, pero en las cúpulas podrán disfrutarlos las próximas generaciones. Esperamos que, mediante adaptación e ingeniería genética, esos animales, esas aves, y los demás organismos, se vayan adaptando a este planeta que es nuestro nuevo hogar para un futuro lejano. Los ingenieros hablan de aumentos de presión atmosférica lentos pero constantes mediante inyecciones en el suelo, para liberar el oxígeno del óxido mediante un proceso habilitado gracias a bacterias adaptadas.

La terraformación, cuando podamos iniciarla, llevará décadas, aun siglos. La idea no es crear una atmósfera y habitabilidad como la de la Tierra, pero sí un entorno que podría ser similar a vivir en una alta montaña, más o menos igual que hallarse a unos cinco mil metros de altura. Creo que las futuras generaciones podrán conseguirlo, y las estructuras dejarán de ser necesarias, cuando el cuerpo humano y el resto de seres vivos se hayan adaptado. Los recursos naturales de Marte están empezando a ser explotados de forma increíble, y los ingenieros están haciendo un trabajo colosal. Esos recursos son fundamentales para nuestra supervivencia.

Día 180.

Han pasado seis meses terrestres desde que inicié este diario, aunque aquí nos regimos por el calendario de Marte. Se han producido cinco accidentes graves, con seis muertos. No es una cifra fuera de lo normal, dadas las circunstancias y la presión en la que vivimos. Pero no nos podemos permitir el lujo de perder ni a un solo ser humano. Somos la cifra mínima para poder tener una variabilidad genética suficiente como para poder desarrollarnos. Incluyendo los embriones que trajimos de la Tierra y la combinatoria cromosómica que preparan los biotecnólogos. A las familias les hemos animado a tener hijos, aquellos que puedan tenerlos. A los solteros, les hemos conminado simplemente a que se relacionen para tener hijos.

Les hemos dicho que esto no es una broma, sino una simple cuestión de supervivencia. Algunas de las mujeres me han advertido sobre la paradoja de que ahora dependamos de ellas para la supervivencia de la especie. No he podido por menos que darles la razón a todas ellas. Las hemos maltratado durante siglos. Durante milenios. Y ahora les pedimos un gran sacrificio. En un mundo donde la mujer siempre ha sido minusvalorada, ahora les pedimos que salven a la especie humana. Yo no puedo por menos que sentirme cohibido por algo así. Pero es necesario. Y ellas lo saben, mejor que nadie. Porque ellas han llevado siempre esa carga. No ahora. Sino durante milenios.

No podemos permitirnos mujeres sin hijos. Cada una ha de tener una media de dos coma cinco hijos si queremos tener una oportunidad. Yo mismo sigo teniendo en mi corazón a Anya, y a mi pequeña. Pero esto no es un asunto de sexo; esto es una cuestión de futuro. No hay tiempo, ni ninguna posibilidad, de hablar de sentimentalismos ni de romances, ni de peleas ni de engaños. Las parejas son elegidas por su idoneidad genética, y se les invita a tener hijos, sea de forma natural, o mediante concepción artificial. Algunos se decantan rápidamente por uno u otro sistema. Otros no saben qué hacer. Pero los embarazos son urgentes, y críticos. Si es que queremos que haya una nueva generación que pueda continuar la historia de la humanidad. Cualquier cifra por debajo del mínimo, y esto será un desierto en unos años.

Pueden establecerse parejas, por supuesto, si así lo desean, pero no podemos permitirnos olvidar que tenemos que crear una primera generación de seres humanos de Marte. Como suele ocurrir a menudo, las mujeres se llevan la parte más dura. Muchas de esas mujeres son ingenieras de altísimo nivel, responsables de que este proyecto esté siendo un éxito. Por eso nuestro agradecimiento ha de ser doble. Y por eso, hoy más que nunca, hemos de reconocer su labor, porque dependemos de ellas para sobrevivir como especie, y eso es algo que deberán recordar las generaciones futuras. Espero que lo recuerden, si vuelven a aparecer, esos absurdos elementos misóginos, tan habituales en la Tierra. Solo espero que aquí, en Marte, se alcance una igualdad plena y total entre hombres y mujeres. Porque solo trabajando en equipo, hombres y mujeres, como iguales, estamos superando todas las barreras.

Ahora ha llegado el tiempo de enfrentarse a la realidad, y de crear un nuevo futuro para la humanidad en Marte. O dentro de cien años no quedará nadie, excepto los robots y androides. Una sociedad nueva, que conozca el pasado, para no repetirlo. Marte ha de ser el punto de partida para una nueva conciencia humana, que busque un futuro donde todos quepamos. Porque ha quedado demostrado, más que nunca, que todos somos necesarios. Sin excepciones. Sin engaños.

Cuarenta y dos años, seis meses, y dos días desde el colapso, y el inicio de la operación Fénix.

Han pasado cuarenta y dos años terrestres. Me temo que esta será mi última entrada. He vivido más de lo esperado, dadas las circunstancias. Y no me voy a quejar por ello. Pero ahora las fuerzas me abandonan. Hace tanto ya que pasó todo… La Tierra sigue siendo, en su mayor parte, una bola de fuego.

Mi cuerpo ha dicho basta. Me quedan unos días, según me han dicho. Pero quería dejar aquí constancia de que el proyecto Fénix sigue adelante. Llegaron los niños, con varios problemas debido al ambiente y gravedad, pero fueron menores de lo esperado, gracias a la terapia genética de nuestros especialistas. Ahora nace una nueva generación de hombres y mujeres ya adaptados a Marte. Se desarrollan convenientemente, aunque es evidente ya que la evolución creará un nuevo tipo de ser humano en este mundo. Ese proceso ha comenzado ya. Delante de nosotros, vemos aparecer a una nueva humanidad.

El resto de especies evolucionan también favorablemente. Su adaptación al medio está siendo la adecuada, dadas las circunstancias. Los ingenieros y genetistas de la primera generación han muerto casi todos, pero los de segunda generación están haciendo un trabajo absolutamente increíble, y ahora, los de tercera generación parece que serán incluso mejores.

También hemos habilitado zonas para el esparcimiento, y se han creado los primeros artistas, que crean música, danza, pintura, o literatura. Necesitamos arte en nuestras vidas, tanto como ingenieros. Porque la vida no tiene sentido sin ciencia, pero sin arte no se puede comprender ni dar razón a toda esta maravilla que estamos construyendo aquí. Y necesitamos escritores e historiadores, que narren lo que aquí ha ocurrido, y dejen constancia de ello a las generaciones futuras.

Las fuerzas me fallan, y mi último recuerdo es para Anya. Y para mi niña. Guardo una foto en blanco y negro de las dos, mirándose entre sí, en un parque cerca de casa. Mi pequeña tiene una cinta de flores en la cabeza. Todavía resuena en mi mente la voz de Anya, mientras me describía cómo veía entrar el asteroide en la atmósfera.

Siempre las he llevado a las dos en mi corazón. Y su recuerdo siempre ha sido la columna que ha sostenido mi impulso y mi esfuerzo por seguir adelante. Ese fue nuestro compromiso cuando ocurrió todo: luchar, luchar y seguir adelante, en memoria de todos nuestros seres queridos. Y así ha sido. Ahora veo nuevas familias, y nuevos sueños. Ellos vivirán lo que Anya y yo no pudimos vivir.

Hoy se escuchan risas infantiles en Marte. Tenemos fiestas, tenemos eventos culturales, y tenemos sueños. Hemos creado una nueva ciudad, que une nuestras bases con las de China. La hemos llamado Fénix. Y no diferenciamos entre razas, creencias, o costumbres. Aquí todos somos un pueblo unido en la lucha por la supervivencia. No hay tiempo para disputas, ni para conflictos, ni para guerras. Solo para salir adelante. Cada día.

Las nuevas generaciones no añoran la Tierra, porque su mundo madre es Marte. Y sí saben que somos un pueblo, cada cual con sus diferencias, con sus costumbres, pero todos unidos en el deseo de crear un nuevo mundo. Sé que en el futuro habrá conflictos, porque es connatural al ser humano. Pero espero que esta lección sirva de ayuda. Porque es muy probable que no tengamos una nueva oportunidad para la supervivencia.

Ellos serán los herederos del Sistema Solar. Y del futuro de la humanidad. A ellos les encomendamos la labor de seguir adelante. Les hemos enseñado todo lo que sabíamos. Ahora ellos seguirán luchando por la vida. Y por un mundo mejor para todos. El mundo de Marte.

Anya, cariño, deja todo lo que estés haciendo, dame la mano, y vamos a dar un paseo con la niña por el parque, lo necesito de veras. Necesito caminar contigo a mi lado, y con la niña en brazos. Necesito sentir tu presencia. Necesito que estéis las dos a mi lado. Cuánto os echo de menos…


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