Un estudio en profundidad de la inmortal obra de Wilde, bajo un particular enfoque, con dilema moral incluido, de la mano de muestro colaborador Alejandro Mardones.
Introducción:
¿Hasta dónde puede llegar el ser humano por preservar aquello que ama? ¿Cómo se comporta el individuo sabiendo que tiene carta blanca para obrar? ¿De qué manera se corrompe la moral? ¿A qué precio estamos dispuestos a vender nuestra alma al Diablo? Dorian Gray es la respuesta a todas estas preguntas. El objetivo de este análisis es desmenuzar esta versión de Fausto e intentar comprender la belleza detrás de cada pincelada, el arte tras cada brochazo y el hedonismo mezclado entre tonalidades que componen esa magna obra de arte, mientras que apreciamos, con cada paso que nos acerca al cuadro, un alma podrida e infectada de los más terribles pecados.
Oscar Wilde:
“El motivo por el que no expondré este cuadro es que temo haber mostrado en él el secreto de mi alma” (Wilde, 2016, p.54). Es seguro, bajo mi punto de vista, que Oscar Wilde optó con esta línea de dialogo por romper la cuarta pared y dirigirse directamente al lector. Wilde decía en el prefacio que el objetivo del arte es revelarse y ocultar al artista (Wilde, 2016, p.47), sin embargo, parece que el artista hizo de su obra una cortina demasiado transparente, pudiendo ver a través de ella fragmentos de su alma.
Oscar Wilde era una figura muy representativa, si no la que más, del movimiento del Romanticismo. La apreciación por la belleza, el arte como máxima devoción y las profundas psicologías de los personajes a los que dotaba de vida eran solo unas de sus cualidades más definidas. Sin embargo, si clavamos la vista en aquella translucida cortina, podemos apreciar un ser infinitamente más complejo. A lo largo de la obra, se puede llegar a la conclusión de que toda una contradicción la ampara: la superficialidad frente a la espiritualidad ¿qué es lo que más pesa? Donde esta discordancia encuentra su clímax es en la lucha entre Dorian Gray y su retrato. Tenemos, en un lado, a Dorian Gray, representante de la belleza, la juventud, un joven que puede actuar de cualquier forma, pues no tendrá ningún tipo de repercusión, ninguna consecuencia llegará a traspasar la superficie. En el otro, el retrato, un elemento místico, bendecido por Dios, que carga con todos esos pecados mientras atormenta a Dorian. Oscar Wilde aparenta ser un hombre puramente superficial, mostrándonos la belleza y el arte siendo lo único que le preocupa además de ese frívolo prefacio, pero a medida que avanza la obra y el retrato se introduce, planta la semilla de la duda en nuestro subconsciente y nos hace preguntarnos si en verdad es tan superficial como pensábamos en un momento, si la verdad no será que es un hombre profundamente espiritual.
No obstante, donde más conocemos al artista es cuando Wilde, queriendo o sin querer, nos corre la cortina y nos deja echar un vistazo descarado a su alma, donde podemos apreciar sin ningún tipo de problema su orientación sexual.
Con esta cita: “Los absurdos arrebatos de celos del pintor, su furiosa devoción, los exagerados panegíricos y sus no menos curiosas reservas. Por fin lo entendía todo, y sintió lástima por él. Se le ocurrió que una amistad tan teñida por el romance como aquella tenía algo de trágico.” (Wilde, 2016, p.184) es imposible calificar la relación entre Basil y Dorian como una mera amistad, solo mirando a otro lado conscientemente se podría llegar a esa conclusión. La devoción que siente Basil por su modelo es puro amor, amor hacia una persona de su mismo sexo. Volvemos a la idea principal: “El motivo por el que no expondré este cuadro es que temo haber mostrado en él el secreto de mi alma”, y es que Oscar Wilde sí tuvo una relación homosexual en su plano real, con lord Albert Douglas. Fue sentenciado a dos años de cárcel y trabajos forzosos. Tras cumplir condena, Wilde se exilia del país y muere enfermo, empobrecido y solo en Francia. Es imposible no ver la relación entre su trágico final y el que sufre Basil Hallward. Esa relación homosexual desencadena la declive del autor inglés, y esa devoción por Dorian, al final, se transforma en su propia muerte. Es obvio, que con Basil, Wilde representa el trágico final que sufrió él y muchas más personas que amaron, denunciando así la situación. Su amor, dijo, no llegaba a ser más que “la más bella y noble forma de afecto”.
Finalmente, es interesante analizar los personajes respecto a su Dios creador. Wilde lo hace en una carta: “Basil Hallward es quien creo que soy. Lord Henry es quien los demás creen que soy. Dorian Gray representa lo que me gustaría ser en algunas etapas de mi vida, creo.”
Hedonismo:
Lord Henry se lo confesaba a Dorian Gray: “Un nuevo Hedonismo, eso es exactamente lo que le conviene a nuestro siglo.” (Wilde, 2016, p.73). En primera instancia, el hedonismo es una doctrina ética que identifica la felicidad, el objetivo último del ser humano (establecido años ha por Aristóteles), con el placer. A su vez, esta doctrina deriva en diversas corrientes dependiendo de la definición que se le otorgue al término placer. Oscar Wilde va un paso más allá e identifica el placer con el arte. Los individuos tendrán como máximo placer sensorial apreciar el arte en su forma más pura, siendo este último uno inútil (Wilde, 2016, p.48). Wilde quiere crear arte, y quiere despojarle de cualquier utilidad, moralidad o connotación; Ars gratia artis, el arte por el arte.
Como más adelante propondría Lord Henry: “Quizá sea usted su estandarte.” (Wilde, 2016, p.48). Dorian Gray se transforma en el ideal de esta nueva ética materialista. Este desarrollo se debe a que el arte, según Oscar Wilde, ve su máxima expresión en la belleza, de la cual Dorian Gray es poseedor irrevocable. Deben de dejarse de lado todas las demás preocupaciones morales, el ideal de justicia, el ansia de conocimiento, y entregarse por completo al placer, hacer que las acciones del individuo tengan como razón de ser el arte, y más específico aún, la belleza.
Sybil Vane es el clímax del nuevo hedonismo dentro de la obra. Dorian Gray llega a enamorarse, no de la mujer en sí misma, sino de lo que recrea cada noche en el escenario. Dorian encuentra el amor en los personajes de Shakespeare, y la misma situación toma lugar cuando Julieta acaba por suicidarse en su camerino: “Llora por Ofelia, si así lo deseas. Cúbrete la cabeza de cenizas porque Cordelia fue estrangulada. Grita al Cielo por la muerte de la hija de Brabantio. Pero no desperdicies tus lagrimas por Sybil Vane, pues era incluso menos real que todas ellas” (Wilde, 2016, p.168) Nada tiene que ver su admiración por Sybil con sus ojos, sus pómulos o su tez, sino con los de Cordelia, con los de Ofelia o la de Julieta. La máxima expresión del hedonismo de Dorian Gray se encuentra en esta relación que no va más allá de las cuatro paredes del teatro. Supone, ante todo, el final de una tragedia griega para Dorian, no una perdida de un ser querido ni un sentimiento de amor que le parte el corazón. Sybil Vane, en definitiva, es la que porta la careta del personaje teatral, nada que tenga relevancia en el mundo real.
Influencias:
“No existe eso que se da en llamar buena influencia, señor Gray. Toda influencia es inmoral…inmoral desde el punto de vista científico” (Wilde, 2016, p.68).
La moral es algo muy fácil de corromper si llegan a ella las palabras claves desde las bocas calves. Se quiere explorar en este apartado hasta qué punto las relaciones personales, al igual que otros estímulos externos, pueden afectar a la moral de un individuo. Uno de los máximos en lo referente a este tema durante la obra es cuando Dorian Gray conoce a Lord Henry. Se nos presenta al personaje de Dorian como un joven portador de una belleza incomparable, un joven puro, blanco, un joven de 17 años que todavía tiene mucho por vivir. Henry entra en escena y, con una conversación de unos minutos, parece hacerle vivir a Dorian todos esos años que le aportarían experiencias decisivas en las que basar sus decisiones, Henry rellenó esa página en blanco de la experiencia, como decía David Hume. Debido a este personaje, el conflicto del hedonismo, el intento por acaparar la belleza y la juventud para el resto de los ideas explota en el corazón del joven Dorian, ve claro ante sus ojos que por lo que se rige la vida es por la apariencia: “El color escarlata se borraría de sus labios y el dorado fulgor se desvanecería de sus cabellos. La vida que debía conformar su alma se encargaría de acabar con su cuerpo. Se convertiría en un ser espantoso, horrible y vulgar” (Wilde, 2016, p.77) Tal es la influencia, y aquí es donde el parásito de lord Henry introducido en la cabeza de Dorian hace su aparición más ilustre, que Dorian decide hacer ese famoso pacto con el Diablo de Fausto: “Yo envejeceré y me volveré horrible y repugnante mientras él no envejecería más allá de este día de junio… ¡Cuánto daría porque fuera al revés y fuera el cuadro el que envejeciera! […] ¡Daría mi alma por ello!” (Wilde, 2016, p.77).
Dadas unas páginas de margen para apreciar la evolución del personaje, incluso el marco de la obra se da cuenta del cambio que ha tenido lugar en Dorian: “El pintor contempló sin ocultar su perplejidad. No era propio de Dorian hablar así.” (Wilde, 2016, p.78), llegando a deteriorar incluso la relación con el personaje de Basil. Es digno de alabar la influencia de lord Henry, pues consigue, siendo un elemento nuevo en la vida de Dorian, hacerle cambiar de bandos y abandonar a Basil.
La influencia de Henry es una constante a lo largo de la obra que persigue a Dorian. Un punto de inflexión en la personalidad del joven es la muerte de Sybil Vane. El amor ardía en el pecho de Dorian. Lloró su muerte como no lloró otra cosa. Llegó a arrepentirse por completo de su actuación, con la idea de volverse a entregar al matrimonio, con la intención de disculparse, de volver a amarla y, lo más importante, con un profundo sentimiento de pesar y arrepentimiento. Sin embargo, es la puesta en escena de Henry la que una vez más descoloca todos los cimientos de esa idea de culpa y consigue transformarla en una mera tragedia griega. El mismo Henry confiesa su papel: “En gran medida, el muchacho era una creación suya” (Wilde, 2016, p.114)
La otra gran influencia que destruye por completo la moral de ese pequeño Dorian Gray, tan puro como su propia belleza, es el retrato. En relación, apreciamos uno de los temas más interesantes de la obra: ¿de qué es capaz una persona cuando sabe que tiene libertad absoluta? El retrato pasa a albergar todo pecado que cometa Dorian, dejándole libre de cualquier tipo de repercusión, “ocultaría su alma de los ojos de los hombres” (Wilde, 2016, p.189).
Dorian, a lo largo de la obra, trastea con los límites de este nuevo poder con el que cuenta. Cada vez va un paso más allá, cada noche destapa el cuadro para ver cuántas nuevas arrugas han manchado su frente, cuan de azules se han vuelto sus venas o como de intensa sigue esa mueca de crueldad en su rostro. “¿Por qué tu amistad resulta tan fatal para los jóvenes?” (Wilde, 2016, p.223) le implora Basil a Dorian, cuando este es conocedor de todas las inmoralidades que ha llevado acabó su antiguo modelo y entra en su casa para pedirle que le niegue todo aquello que ha oído. Tras esa intervención a modo de resumen, recopilando en pocas pero muy contundentes palabras toda esa cadena de acciones que violaban cualquier tipo de ética o moral, se produce el clímax de esta carta blanca con la que cuenta Dorian Gray. Con aires de superioridad, jactándose del poder que esconde en su cuarto, Dorian le invita a Basil a mirar directamente a su alma. Finalmente, ese acto inmoral que rompe los límites de su trato con el diablo llega: Dorian Grey asesina Basil Hallward después de que éste conociese su secreto. Así se cierra el cumulo de fechorías causadas por Dorian, y saltamos a una etapa de redención, o al menos un intento.
Atormentado por la muerte de Basil, por le retrato y por toda la cadena de acciones que le persigue en sueños, Dorian trata de redimirse, tan solo para darse cuenta de que ha vuelto a pecar, de que la mancha de sangre en el retrato es aun más grande, de que romperle el corazón a esa villana no era más que un acto de vanidad, que tan solo había jugado con ella para comprobar si aquel odioso cuadro cambiaba. Para darse cuenta de que era incapaz de remediar todo el daño causado.
Dorian Gray acaba por apuñalar el retrato. Sus criados le encuentran momentos más tardes con ese mismo puñal clavado en el pecho, “arrugado, reseco y con un aspecto repugnante” (Wilde, 2016, p.308). Tal había sido su influencia, que el retrato no se había convertido en otra cosa que en su propia alma. Intento acabar con su pasado creyendo que le daría libertad, pero el pasado forma parte de nosotros de la misma manera que lo forman el presente y el futuro.