Cuando volvió a abrir sus ojos, su sombra aún estaba allí. No había ni una sola marca del misterio de cómo una sombra se revelaba en plena oscuridad, pero allí estaba. Lo observaba en silencio, con el color de la noche resumido en su silueta. Encontraba su mirada perdida en una esquina, aunque no había ni un solo haz de luz en toda la habitación. Parecía sonreírse para volver a ocultarse entre tanta oscuridad. Estaba a su lado, a unos pocos pasos de su cama. Esperando; disfrazándose de susurros congelados en el tiempo. Y en ella, él creía encontrar un instante sepultado en el pasado: un lapso en donde la muerte se perdía en el olvido. La sombra se acercaba, le hablaba en un idioma que él desconocía. Y se detenía, para volver a observarlo. Lo miraba fijamente, y él sabía que nunca volvería a estar solo. Desde el momento en que cerrase sus ojos, esa sombra lo acompañaría por siempre.