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María del Pino Gil Rodriguez

La ola verde


La brisa marina hacía que el pelo de la chica se le pegara a la cara, haciendo incómodo los apasionados besos de su chico. Ella se movió buscando la postura correcta, puesto que el frío penetraba por el bajo de su blusa cada vez que él le acariciaba la espalda. No había forma de entrar en calor, por lo que le costaba concentrarse. Quería responder a su amor, sin embargo, algo atrajo su atención haciendo que su cuerpo se tensara. “¡¿Qué te pasa, es que ya no te gustan mis besos?!”, quiso saber el joven enamorado”. “¡Calla y mira!”, le indicó la muchacha con una expresión de asombro en sus ojos, a la vez que le señalaba con su dedo índice la orilla del mar bravío. Una ola de color verde rompió contra las rocas como si fuese una gelatina gigante que se extendía y crecía. La claridad de una noche con luna, reflejada en el inmenso mar, contagió a los dos tortolitos, el misterio que se percibió en el ambiente. A los lejos, una figura humana, alta y delgada, apareció de detrás de las rocas; se movía sigilosa como si diera saltitos apoyándose en las puntas de sus pies. Cuánto más se acercaba más alto parecía. Los dos jóvenes lo observaban fijamente sin perderla de vista. Aquel ser pasó al lado de ellos, cruzándose las miradas al unísono.

Una extraña sensación embargó a la pareja que, después de su lapsus de amor, sintieron la presencia de un ser que no pertenecía a este planeta, pero que, aunque poseía un cuerpo humano, el alma que llevaba dentro no era como la de ellos.

Muchas dudas aparecieron en sus mentes juveniles, ¿será un extraterrestre o un camaleón? ¿Habrá devorado a alguien en el mar y se habrá transformado? ¿Quizás absorbió el alma de un ahogado y utiliza su cuerpo frío para estar en este sitio ahora?…

El viento azotó de nuevo con fuerza, alborotando el pelo de la fémina con tal intensidad, que fue como un látigo al rostro del muchacho. Éste reaccionó como si hubiera salido de una hipnosis profunda, y lo único que veía era los carnosos y rojos labios de su amada. Se abalanzó contra ellos con la pasión que sólo la juventud puede dar, posando sus labios sobre los de ella.

Ahora solo estaban ellos y la magia de una noche estrellada…


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