Ya están las herramientas en su sitio, maestro. ¿Por qué seguimos aquí? ¿No habríamos ya acabado el trabajo? - Muchacha; tu impaciencia va a terminar matándote. ¿Ves ésto? - dijo el anciano, señalando su mano. - ¿Te refieres al chip? - contestó la joven mascagomas - ¿Qué con éso? - "Éso" puede fastidiarnos. El sistema sabe todo de nosotros: nuestro ADN, nuestro rostro, qué música escuchamos... hasta con cuáles chicas y chicos te has acostado. - ¡Ah! Ya veo, ya veo... - Así es: por éso estamos aquí. Una malencarada mesera les pregunta qué van a consumir. - Dos aníses reservados. La mesera levanta una ceja y se aleja rápidamente. - ¿Todavía existe el anís? Recuerdo un holovídeo donde mi tatarabuelo hablaba de éso. - Jovencita - contestó el viejo incorporándose de la mesa. - ven. En la trastienda, los esperaban un par de guardias. El viejo cruzó un par de palabras y señas con ellos, y le permitieron el paso a un pequeño salón. Otro viejo los esperaba y ambos señores se saludaron. - Siéntese, señorita -indicó el anfitrión. Ella, confundida, no quiso al principio, pero una pequeña explicación, la convenció... mas bien, la entusiasmó. -¿Comprendes ya? - le dijo el viejo, al salir del bar - Ahora sí podemos realizar el encargo. - ¡Vaya! nunca imaginé que se podría dejar la información del chip y sustituirla por una identidad falsa. ¿Regresaremos por ellas después?- Vamos, pequeña; nuestros objetivos no van a esperarnos toda la noche. El asesino y su aprendiz se esfumaron anónimamente en la negrura de la noche.