Assvert está jugando en el patio, detrás de la casa. Esster, su hermano mayor, y su padre están trabajando en la huerta familia. Desde donde está los puede ver, abriendo surcos en la tierra en la que sembrarán cereales. Él está jugando a armar hombres de barro, quién sabe en qué momento se aburrirá de eso y se pondrá a perseguir gallinas. La villa es un lugar tranquilo y mucho más para un niño, con sus colinas verdes y sus dos bosquecillos tupidos, adornados con flores y aves de colores. Su madre había matado una gallina esa mañana y ya debe estar pelando y troceando las hortalizas para el almuerzo. Su hermana Lussya la está ayudando, como de costumbre. Assvert es el menor, apenas ha vivido tres inviernos y aún no ayuda en las labores diarias. Los tres hermanos son blancos como la leche, llenos de pecas, con ojos del azul del cielo de media mañana y con cabellos del color de las zanahorias; iguales que su madre. Esster ha vivido catorce inviernos y es alto y flaco como una espiga, con la nariz prominente de su padre, el único rastro de su herencia. Lussya es una chiquilla de nueve ciclos, muy delgada; sus brazos apenas y sobrepasan a los de Assvert. Assvert aún es muy pequeño pero, a pesar de que a sus tres ciclos todavía no habla, ya se le ve el temperamento salvaje de su padre, a diferencia de sus dos hermanos, tranquilos como La villa misma. Desde el patio, mientras una gallina se le sale de las manos, ve por un momento a su padre. Es una clase de dios para él. Es alto y fuerte, como es todo padre para su pequeño, pero el suyo realmente lo es. Tiene una mata de cabello negro y una barba muy poblada, entrecana. Maneja el arado con unos brazos anchos como troncos, aunque siempre cubiertos fuera de la casa. Assvert sabe que en el brazo derecho su padre tiene una serpiente enrollada que se come un triángulo muy extraño y que tiene muchas cortadas viejas en la espalda. No sabe por qué papá no se quita la camisa en el huerto, ni cuando hace mucho calor. A veces va al mercado con papá. Normalmente van a comprar sal y algunas especias traídas de las islas y algunas veces van todos con mamá a comprar ropa. Él es muy pequeño, pero nota que todos miran de reojo a papá y que algunos se apartan del camino. Papá siempre sonríe y parece no notarlo, incluso la vez que un viejo escupió a sus pies y le dijo “asesino”. Assvert entra a la casa. Mamá está lavando las hortalizas que ya troceó. Está cantando una balada de amor, acompañada por la voz quebradiza de su hermana. Mamá es muy bella, menuda como un pajarillo cantor, con sus grandes ojos azules. Siempre canta mientras cocina o limpia la casa. Su voz es dulce como las peras acarameladas que papá le compra en el mercado. Él corre y se mete entre las faldas de su hermana. Ella lo carga con mucho esfuerzo. Assvert es grande y robusto para su edad. -Lus, baja al niño. Te vas a lastimar. –Dice mamá, quien detuvo su canto para dar la orden a la niña. -Está bien, ma. -Pero de una vez, y echa algo más de leña en la lumbre. Lussya obedece y su madre inmediatamente reanuda el canto. Ahora canta una canción triste, que habla de un ataque extranjero ocurrido en un tiempo que solo las canciones pueden recordar. -“Cuando los pájaros volaron sobre el bosque y huyeron lejos, muy lejos, de la villa azotó al gran valle una tormenta gris, lágrimas de madre y sangre de hombres”. Assvert no entiende muy bien pero siente ganas de llorar. La voz de madre se puso muy triste. Incluso Lussya se quedó callada y dejó a mamá cantar sola. Sale de la casa y ve que padre y Esster no están trabajando sino que se están de pie, con los ojos cerrados, atentos a lo poco que les llega de la canción de mamá. Papá sonríe mientras que su hermano parece a punto de llorar. Mamá termina la canción y sigue con otra balada de amor. Papá y Esster siguen trabajando. Desde lejos se escuchan los cascos de un caballo, cada vez más fuerte hasta que Assvert ve que por el camino se acerca un jinete. Viste de manera muy extraña, con un traje gris y un sombrero de copa. Parece algo mayor que papá y su cabello es gris. En ese mismo momento empieza a soplar un viento fuerte, que hace que se agiten las plantas del jardín y que las gallinas se alteren. Al otro lado del camino el jinete se detiene repentinamente; tanto él como su montura se ven muy asustados. Miran hacia arriba. Assvert decide hacerlo también y observa algo que escapa a su corto entendimiento y a su joven y fértil imaginación. Un objeto ovalado y brillante, del color negro que tiene en algunas partes el recipiente que usa papá para mezclar la pintura. -Entra con el niño y quédense todos adentro. –Le dice padre muy serio a Esster, luego se seca el sudor con el pañuelo que tiene en el bolsillo y sale hasta el camino, justo en la entrada de la propiedad. Su hermano titubea por un instante y luego obedece. Lo levanta con un brazo y camina hacia adentro, mientras Assvert se debate para ver mejor el objeto volador. Mamá ya está casi en la puerta cuando ellos entran. -¿Quién llegó? –Lussya la seguía de cerca. -Papá dijo que esperemos adentro. -Quédate con tus hermanos. -No –Dice Esster. Madre lo ve con los ojos muy abiertos-. Todos nos quedaremos adentro. -En ese momento a Assvert le parece oír la voz de papá. Su madre asiente y toma al pequeño en brazos. Se sientan todos junto a la estufa. Madre mira sonriente a Lussya, tratando de parecer tranquila. Desde donde se halla, con Assvert en las piernas, se ve claramente la entrada de la propiedad. Allí está padre de pie. Frente a él empieza a descender el objeto volador que Assvert había visto, hasta posarse justo frente a padre. De la superficie del objeto emerge un hombre, aunque él no ve abrirse ninguna puerta. Es un poco más bajo que padre y tiene un traje de una sola pieza, negro y ajustado. Se saludan como si se conocieran. Tiene el cabello negro y corto. El hombre que había cabalgado hasta allí se les unió, aunque iba a pie. Ambos hablan por unos segundos y tanto padre como el jinete se ven alarmados. -Es el alcalde -Dice mamá-. Se le ve muy alterado. -Agita los brazos y se agarra la cabeza, mientras se aleja por el camino e incluso echa a correr. Papá se dirige trotando hacía la casa. -Cada uno tome la ropa que pueda cargar en una mano. –Assvert nunca había visto a su padre asustado-. Nos vamos en este instante. Maarys, busca la ropa del niño. -Amor, ¿qué está pasando? –Pregunta mamá. -Te explico después, no hay tiempo. Estamos en peligro. Lussya no quiere dejar sus vestidos pero papá le levanta la voz y ella le obedecie. Esster sale rápidamente y toma al niño. Mamá es la última en salir, con la ropa de ella, de papá y de Assvert. Papá le quita la mitad de la ropa y la toma a ella de la mano. Acelera el paso y todos detrás de él. Faltarían unos cinco metros para llegar al objeto, que claramente es un vehículo volador, cuando suena una fuerte explosión. Papá se agacha y hace señas a los demás para que lo imiten. Esster cubre al niño bajo su brazo izquierdo. Lussya empieza a llorar y mamá se suelta de papá para consolarla y tomarla de la mano. Pasan unos segundos muy largos hasta que papá se levanta y les dice a los demás que le sigan. Al llegar al vehículo papá hice subir primero a sus dos hijos varones. Assvert ingresa a un mundo extraño. Todas las superficies que no son sencillamente metálicas están conformadas por luces de diferentes colores. Hay seis sillas pegadas a las paredes, de un material negro y brillante, como cuero curtido. Dentro no parece haber nadie. Cuando todos están dentro papá se dirige a mamá. -Asegúrate de que los niños estén sentados y ponle las correas, ya vengo. Una puerta se abre sola cuando papá se acerca. Apenas papá pasa se cierra detrás de él. En la fracción de tiempo en que la puerta se abrió se pudieron ver dos butacas frente a un tablero lleno de luces y palancas. Arriba del tablero había lo que parecían ser ventanas pero se veían varios extremos opuestos del área en donde el vehículo se encontraba. Justo cuando papá regresa la puerta por la que entraron se cierra. Todos se turban cuando se despegan violentamente del suelo. -Vamos a un lugar seguro. –Dice papá luego de sentarse. -¿Qué está pasando? –Le pregunta mamá, quién se muestra menos asustada de lo que cualquiera hubiese esperado. Lussya sigue llorando, igual que Assvert quién está sentado frente a ella junto a su hermano mayor. El mayor de los hijos está muy callado, observando a papá, en espera de su respuesta. -Un ataque a la villa. -¿Por qué alguien nos atacaría? -Por la razón usual: ambici… Una explosión más fuerte que la primera retumba, todo el vehículo se sacude y lo próximo que Assvert ve es un gran agujero en donde habían estado las sillas de su madre y su hermana. Un instante después hubo otro impacto, este contra el suelo. Cuando el pequeño vuelve a abrir los ojos su hermano ya no está a su lado. Frente a él está padre. Le falta el brazo izquierdo y está cubierto de sangre. La puerta de la cabina está medio abierta y el hombre la termina de abrir aparatosamente. Se acerca a padre y éste le dice algo muy bajo antes de dejar de moverse. Assvert sigue llorando cuando el extraño se le acerca. Quiere a mamá y a papá, no a ese hombre a quien no conoce. Quiere despertar a papá, pero el hombre es muy fuerte. Le suelta las correas y lo toma en brazos. -Todo estará bien, pequeño. Tu papá me dijo que te cuidara. Una tercera puerta se abre y ambos entran a un compartimiento en el que apenas caben los dos de pie. Cuando las puertas de cierran aparecen frente a ellos, en la superficie de la pared resultante, una serie de símbolos. El hombre los toca con sus dedos e inmediatamente después salen expulsados de la nave. En donde estaba la puerta quedó una superficie transparente y ahora se ve el suelo moviéndose cada vez más rápido. Se escuchan algunas explosiones que asustan mucho a Assvert pero no se detienen, incluso van cada vez más rápido. Assvert cierra los ojos muy fuerte y solo los abre mucho después, cuando se detienen y empiezan a descender lentamente, de forma oscilante y en posición vertical. Caen secamente al suelo y, con un sonido metálico, quedan fijos al suelo. La superficie de la cápsula se abre y el hombre sale con el niño, que ya no llora, en brazos. Ahora están en un claro de bosque, desde donde no se ve ningún rastro de un ataque ni se escucha explosión alguna. El hombre carga al niño con el brazo izquierdo y con la mano derecha se rasca la cabeza. -Bien, ¿ahora qué? –Luego se dirige al niño, como a quien no entiende nada de lo que dices-. Le debo la vida a tu papá y ahora está muerto. Creo que pasarémos un tiempo juntos, por lo menos hasta que sienta que no debo nada. El sol ya está a sus espaldas. No falta mucho para el atardecer.