Se puso las gafas de ver el futuro. Se las quitó. Su rostro lleno de frustración lo decía todo. 20 años después, él mismo se colocaría las gafas de ver el pasado. Frustración total, nuevamente. Por una rara casualidad, ambas imágenes habían colisionado, dando lugar a una visión del propio presente. Conclusión : eran unas buenas gafas para ver lo que uno tenía delante. Nada más.