La mano golpeaba insistentemente el cristal de la ventana de mi cuarto. Clavé mi mirada en ella, sin poder apartar la vista de los blancos nudillos que, con su monótono golpeteo, conseguía despertar en mí una claustrofóbica sensación. Y allí quedé, clavado en el lugar en el que estaba, tratando de pensar por qué aquella pálida mano deseaba entrar en mi habitación. El lejano retumbar de un trueno hizo que despertase de mi pesadilla. El viento se oía en el exterior y hacía que la rama de un árbol golpease mi ventana una vez tras otra. Me tranquilicé, pensé que solo había sido un sueño. Mas, al día siguiente, descubrí huellas en el cristal, y un mensaje escrito en él: "¿Por qué no me abriste? Volveré noche tras noche, en los días de tormenta."